Qué esperar de China
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Pablo Correa
El escenario económico externo está nuevamente reacomodándose. Después de varios trimestres en lo cuales el mundo emergente explicó la mayor parte del crecimiento global, son ahora los países industrializados los que muestran mejores perspectivas. Dada la importancia que tiene dentro del mundo emergente, son las perspectivas sobre la capacidad de crecimiento de China lo que explica mayormente este fenómeno. Así, es clave saber qué está pasando en China.
Actualmente, China se encuentra desarrollando su 12° plan quinquenal (2011-2015) que está enfocado en tres objetivos (i) mejorar la distribución del ingreso y la red de protección social, (ii) desarrollar una economía medioambientalmente sustentable y (iii) reenfocarse hacia una economía intensiva en consumo. Lo anterior en un contexto de una economía que lleva casi tres décadas creciendo a un ritmo superior al 9% anual, lo que significa que su capacidad productiva se dobla cada ocho años. Esta dinámica de crecimiento ha tenido tres pilares fundamentales, (i) la inversión, en especial durante los últimos años; (ii) una importante holgura en el mercado laboral producto de su demografía; y (iii) un desarrollo industrial enfocado en las exportaciones. Entre otras muchas consecuencias, esta dinámica ha hecho que el país presente un importante desbalance entre inversión y consumo interno, el cual hoy representa solo un 35% del PIB, cifra que es bastante baja si la comparamos con Estados Unidos (71%), o con otros países similares como India y Brasil, con un 53% y 63%, respectivamente.
Luego, el gran desafío que tiene China para reenfocar su economía hacia una de consumo, es pasar desde una economía extensiva, donde la acumulación de capital y el uso de mano de obra ociosa son el principal motor del crecimiento, a un modelo de crecimiento intensivo, donde las constantes mejoras de la productividad total de factores sostienen el crecimiento de largo plazo. Y hay que considerar que este ajuste necesariamente significará un menor dinamismo en el crecimiento de corto y mediano plazo.
La pregunta obvia, entonces, es: ¿cómo afecta lo anterior a la demanda por cobre? Hay que considerar que el cobre que China importa se utiliza tanto para sus necesidades de infraestructura y construcción, como para su industria de manufactura. Así, cerca del 56% del cobre refinado se utiliza para el desarrollo de infraestructura y construcción, mientras que el 27% se utiliza como insumo para bienes de consumo y el resto para equipamiento industrial y transporte. Y, por otra parte, es evidente que en el proceso de migrar desde un crecimiento basado en la inversión a uno basado en el consumo, los patrones de desarrollo de infraestructura y construcción podrían verse modificados. Sin embargo, es de esperar que este cambio sea gradual, especialmente considerando que una fracción importante de la población sigue viviendo en sectores rurales (47%), y necesitarán de viviendas y servicios asociados. Al mismo tiempo, la estructura productiva de China debiera aumentar su consumo del metal, tanto para satisfacer la demanda externa una vez que la economía mundial se recupere, como para satisfacer la incipiente demanda interna de una sociedad que exigirá cada vez más bienes de consumo.
Finalmente, hay que considerar que el enfoque hacia un mayor consumo en China representa una buena oportunidad para que Chile pueda ofrecer nuevos productos y así diversificar su canasta exportadora. Sin embargo, también podría tener efectos sobre la inflación de bienes transables debido a presiones de demanda y aumentos de los costos producto de las políticas sociales implementadas.
En resumen, no hay que mirar con temor lo que sucede en China, sino todo lo contrario. De no haber entrado en un cambio estructural que fomente el consumo, y la generación de redes de protección social, probablemente sólo se hubiera incubado una situación que resultaría en un reordenamiento desordenado. China seguirá, por otra parte, siendo un gran demandante de materias primas, y si resulta en una caída en el precio real del cobre, también es una oportunidad para que Chile amplíe su canasta exportadora.